viernes, 3 de junio de 2011

MIRARSE ES TAMBIÉN MIRAR POR LA VENTANA

...de las cosas que hacemos.



Reconstruirse desde los abismos olvidados del pasado aferrándose al papel teñido por el tiempo, intentando configurar una línea de sí. Establecer vínculos que nos descifren y nos propicien un acercamiento a la comprensión de eso que llamamos ser, de eso a lo que asignan nombres y apellidos, de esa piel, de toda eso que configura nuestro estado materico, de eso que nos nombra en el universo que habitamos, ese lugar donde reconocernos subyace bajo todo eso indecible e impronunciable, eso que se deja entrever pero de lo cual no puede existir ningún tipo de certeza ni se le puede emitir bajo ningún juicio.
Nombrar todo eso informe que cargamos, toda esa materia inaceptable y transgresora de los esquemas denominados “normales” o “anormales”, develar lo que permanece oculto tras las cortinas del baño, bajo las sabanas, en los rincones oscuros de la casa… habitar el sin sentido para rescatarse por pedazos, quedarse absorta frente al reflejo sin la realización de una lectura racional, sin apoyarse en las importantes tesis académicas ni en las lecturas sabias que justifiquen mi acto o le den una razón psicoanalítica. “La práctica artística finalmente es un juego de la libertad”…
El acercamiento a un juicio de si, dentro de nuestro pensamiento occidental que todo quiere razonarlo, explicarlo de formas medibles y estudiadles; se encuentra frente a un absurdo, ante el artista que busca dar respuesta a todas estas cuestiones por medio del encuentro de su cuerpo deformado, por medio de la eyección, el ocultamiento o desaparición de su forma. David Nebreda, Oscar Muñoz, Gabriela Trueba, Cindy Sherman… todos lo han abarcado de una manera u otra, recurriendo a ese encuentro con lo animal, con los vertederos del cuerpo, con el gesto que devela esa alteridad que también somos, con todas esas cosas inherentes al cuerpo habitado tanto en aquel que vemos, aquel que alteramos, aquel que vivimos y padecemos o aquel del que simplemente somos testigos.
El artista en su búsqueda de tender lasos sociales, de confrontarse a un mundo que intenta descifrar; tiene que enfrentarse a sí mismo, a su naturaleza alterada, al tejido de todas esas estructuras sociales y culturales que le dan forma como sujeto y le reconocen como individuo.
Así intentamos buscar entre los colores, la paleta, el trazo, la mimesis, la forma, la imagen… la metáfora, para hacer la transmisión de ese contenido que percibimos en la cotidianidad como individuos. Para hacernos legibles cuando estamos inmersos en atmósferas de diferentes calibres que nos envuelven y que nos otorgan otras maneras de estar.
El cuerpo es abarcado  por el espacio, hurtado de la materia individual para transformarle en un segmento del tejido del mundo, arrebatado para formar parte de otros estados, de otras formas de habitar… cuerpo que deviene tierra, agua, fuego, aire… cuerpo orgánico que se reconoce entre sus eses y también entre su cemento y sus edificaciones grises… entre toda la basura y entre todas las magnificencias de su perfecta estructura… cuerpo que deviene cadáver, informe y animal. En qué curso se encuentra inmerso? Cuál es ese en el que me observo deforme, en el que no me reconozco pero soy?
La deformación en la que se sumerge el cuerpo por medio de esas alteraciones podría intuirse en un acto tan meditativo como el reflejo que observo al mirarme sobre la superficie de un espejo de agua... el acto revela una imagen disoluta, inestable, informe pero vital… más digna de parecerse a mí que el reflejo que me proporciona el espejo; superficie sólida que me arrebata el dinamismo y la inestabilidad que realmente se siente al desnudar la mirada ante si; cuando observo el mundo y siento que estoy respirando. El espejo a diferencia del agua pareciera carecer de alma, que es otorgada a el por el sujeto, como si este y solo este le diese existencia.
La incertidumbre que se siente al no poder aprehenderse, podrá ser la misma que aquella que se experimenta ante la sensación de fragilidad que implica estar vivos?, La naturaleza del ser humano no soporta la descomposición de la forma, el nacimiento de lo informe[1].
…simple reflejo? Simple acto de mirarse deformado?... No hay que intentar explicar lo que no tiene cabida en el espacio de la razón, simplemente despertar esos otros significados que uno le otorga a los actos cotidianos esos que nos acercan a una experiencia  estética propiciada por la contemplación. Y querer seguirse mirando, insistir sobre esa mirada es la puerta que me conduce a mí y por ende me acerca más a la condición del otro.  El artista habita las circunstancias que el presente le ofrece para transformar el contexto de su vida (su relación con el mundo sensible o conceptual)[2].
El arte es un estado de encuentro con el mundo, con la forma, con los sistemas, con el otro… pero sobre todo un estado de encuentro consigo mismo. Esa es la naturaleza que domina a aquel que permite la apertura de la sensibilidad ante el mundo, es así como una obra de arte puede estar constituida por un punto sobre una línea, por un gesto, la fuerza de una mirada, dos cuerpos que se encuentran… uno que se encuentra consigo mismo. Esta “nace de una negociación con lo inteligible. A través de ella, el artista entabla un dialogo”[3] y se inserta en las relaciones para extraer las formas.


[1]  Jean Clair, 2007 pj 17
[2]  Bourriaud, 2006 pj 16
[3]  Bourriaud, 2006 pj 23              

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